Santa Agostina Pietrantoni: profilo spirituale

POR JESÚS, TODO ES POCO

El perfil biográfico de la hna. Agustina Pietrantoni nos ofrece la ocasión de conocer a esta joven Hermana de la Caridad, en la simplicidad de su vida cotidiana, nos re – propone en toda su fuerza el perenne mensaje evangélico de Jesús: «Ámense como yo los amo».

La vida de la Hna. Agustina se desarrolla como una liturgia: dos tiempos “ordinarios” y un tiempo “fuerte”.

El primer tiempo “ordinario” es el de su existencia de joven de pueblo: simple, modesta, laboriosa, cristiana fiel. Como tantas amigas suyas. Y también muchas veces creaba un ambiente de serenidad, seguridad, luz, bondad. Todos lo advertían y esperaban como si fuera un bien normal.

El segundo tiempo ordinario está representado por los ocho años de vida religiosa: Hermana de la Caridad y enfermera. Nada de extraordinario: amaba su Comunidad, observaba la Regla con simplicidad y amable exactitud. Las relaciones con las hermanas eran joviales y enriquecidas por pequeños servicios suplementarios. De buena Hija de S. Juana Antida servía a los enfermos con la certeza evangélica de encontrar en ellos a Cristo mismo. Como tantas otras Hermanas de la Caridad enfermeras su capacidad de mantener un rostro siempre sonriente encendía, en quien se acercaba, paz y consuelo. Todo, pero, era recibido como un valor normal.

El tiempo “fuerte” es el de su muerte: por el motivo, el modo, la proveniencia. El perdón, para quien alza la mano homicida en su contra, reviste de plena luz su vida de total consagración a Dios y de servicio a los hermanos. La muerte revela el espesor de su humanidad y de su espiritualidad. En la simplicidad y la humildad de esta joven hermana, Dios manifestó la potencia y la ternura de su Amor. La liturgia de la vida de la Hna. Agustina toca el punto más alto en el momento en que la Iglesia la reconoce como modelo de santidad.

Acercarse a esta mártir de la caridad nos hace bien a todos, porque nos indica aún , que el camino de la santidad es transitable por todos: con ella, en el altar de santa en la Basílica de San Pedro, pueden “cohabitar” todos aquellos que no cuentan, que no ocupan puestos de prestigio, que no realizaron gestos espectaculares, y cuya vida no tienen nada de excepcional, sino la profunda dimensión del corazón, que hace “sagrado” cuanto se realiza diariamente, en el hospital, en la familia, para garantizar la premurosa asistencia a los enfermos.

La procesión a lo largo de las calles de Pozzaglia

Capilla Universitaria del Policlínico de Roma Umberto I

La bandera usada en la procesión