Desde Malta, con motivo del Jubileo de los trabajadores sanitarios, partió una

Peregrinación de Compasión y Esperanza

Viaje Jubilar a Roma – 5-6 de abril de 2025

Con motivo del aniversario de la canonización de santa Agostina Pietrantoni, Patrona de los enfermeros, Roma, 18 de abril de 1999, un grupo de profesionales sanitarios de los hospitales Karin Grech y Mater Dei quiso compartir la gracia de haber podido participar en el Jubileo de los Enfermos y los Profesionales Sanitarios, celebrado en Roma los días 5 y 6 de abril de 2025, como parte del Año Santo del Jubileo de la Esperanza:

«Fue una peregrinación de fe, pero también un momento de renovación y gratitud para todos nosotros.

Nos recibieron en la Casa Generalicia de las Hermanas de la Caridad, donde pudimos experimentar la genuina hospitalidad de la congregación fundada por Santa Juana Antida Thouret.

Durante los días que pasamos en la capital, visitamos la maravillosa ciudad de Roma, con sus lugares sagrados e históricos.

Uno de los momentos más intensos fue el paso por la Puerta Santa de la Basílica de San Pedro, un gesto cargado de significado, una apertura al perdón y a la gracia de Dios.

Otra etapa conmovedora fue la visita a Nápoles, al convento de Regina Coeli, donde Santa Juana Antida vivió los últimos años de su vida. Caminando por sus espacios, y gracias a la apasionada explicación de la hermana María Franca, nos sentimos más cerca de su espíritu de caridad y dedicación hacia los enfermos y los más necesitados.

El momento más importante de la peregrinación fue la celebración de la Misa en la Plaza de San Pedro, a la que asistieron más de 20 000 fieles. Para nuestra gran sorpresa y alegría, el papa Francisco salió a saludar personalmente a la multitud presente.

En su Discurso a los trabajadores sanitarios, nos recordó que nuestro servicio es mucho más que una profesión: es una oportunidad diaria para redescubrir que la vida es un don. Nos invitó a acoger la presencia de los enfermos como un don capaz de calentar el corazón, purificarlo de lo que no es amor y renovarlo con la tierna y ardiente llama de la compasión.

Esta peregrinación jubilar nos ha conmovido profundamente y nos ha devuelto a la esencia de nuestra vocación. Hemos vuelto a casa renovadas en el espíritu, más decididas que nunca a servir con amor, ternura y esperanza».

Hermana Ramona, Svetlana, Jamie Lee, Jacqueline, Tano, Alexandra y Bridgette.

Hermana Agostina Pietrantoni

fue canonizada por Juan Pablo II en la Plaza de San Pedro el 18 de abril de 1999, durante el Año del Padre, en preparación para el Jubileo del 2000: dispuesta a cualquier sacrificio, heroica testigo de la caridad, pagó con sangre el precio de la fidelidad al Amor.

A su intercesión encomendamos a los enfermos y a los trabajadores sanitarios y a todos aquellos que asisten a personas que sufren.

Terminado el noviciado entre las Hermanas de la Caridad, Livia Pietrantoni, con el nuevo nombre de Agustina, en 1888 es enviada al hospital romano Santo Spirito, glorioso por su historia de 700 años y definido el gimnasio de la caridad cristiana.

La Hermana Agostina aporta su contribución personal siguiendo los pasos de los santos que la precedieron, entre ellos Carlos Borromeo, José de Calasanz, Juan Bosco, Camilo de Lelis… y en ese lugar de dolor expresa la caridad hasta el heroísmo.

El clima en el hospital es hostil a la religión: la Cuestión Romana, con su anticlericalismo, envenena los ánimos: se expulsa a los Padres Capuchinos, se prohíbe el Crucifijo y cualquier otro signo religioso. También se quiere alejar a las Hermanas, pero se teme la impopularidad: se les hace la vida imposible y se prohíbe hablar de Dios.

Sin embargo, la hermana Agostina no necesita su boca para gritar Dios y ningún bozal puede impedir que su vida anuncie el Evangelio. Su servicio, primero en la sala de niños y, después de la infección mortal, de la que se cura milagrosamente, en la sala de desesperación y muerte de la tuberculosis, expresa su total dedicación y su extraordinaria atención a cada paciente, especialmente a los más difíciles, violentos y obscenos, como Romanelli.

Cuando, tras una enésima bravuconada contra las mujeres de la lavandería, el Director expulsa a Romanelli del hospital, su ira quiere encontrar un blanco y la indefensa hermana Agostina es la víctima designada. «¡Te mataré con mis propias manos!», «Hermana Agostina, ¡solo te queda un mes de vida! » son las expresiones amenazantes que le hace llegar en repetidas ocasiones a través de notas.

Romanelli no bromea en absoluto, pero tampoco, Agostina pone límites a su generosidad hacia el Señor. Por lo tanto, está dispuesta a pagar con su vida el precio del amor, sin huidas, sin acusaciones. Cuando el Romanelli la sorprende y la golpea cruelmente, sin escapatoria, aquel 13 de noviembre de 1894, de sus labios solo salen la invocación a la Virgen y las palabras del perdón.

Aún no había cumplido los treinta años.

Será proclamada beata el 13 de noviembre de 1972 por el papa Pablo VI.

La Conferencia Episcopal Italiana la declaró Patrona de los Enfermeros de Italia el 20 de mayo de 2003.