Alrededor de 4.000 consagrados y consagradas procedentes de todo el mundo concluyeron su Jubileo en la Basílica de San Pablo Extramuros.

Juntos renovaron su profesión de fe a través del Credo proclamado por los cinco continentes con signos simbólicos y reafirmaron su «sí» a la consagración como «peregrinos de esperanza en el camino de la paz».

Las Hermanas de la Caridad de la comunidad de la Casa Generalicia animaron los cantos de la Vigilia, acompañadas al órgano por el maestro Andrea C. y por el guitarrista Sergio I.

La Hermana Simona Brambilla, Prefecta del Dicasterio para los Institutos de Vida Consagrada y las Sociedades de Vida Apostólica, señaló a María como modelo de vida consagrada:

«Una vida consagrada bajo el signo de María se convierte en un espacio de relectura profunda de la historia, una mirada profética sobre la realidad encarnada por «mujeres y hombres de las Bienaventuranzas que, aún en la tribulación, ya ven lo invisible». Se convierte en un lugar de diálogo y encuentro, un puente por el que pueden transitar, encontrarse e intercambiar dones las diferentes experiencias y sabidurías; se convierte en un ambiente seguro y respetuoso en el que pueden nacer y crecer relaciones de verdadera reciprocidad».

En el mensaje final, los consagrados se comprometieron a ser una presencia de escucha y cuidado en los lugares más difíciles del mundo, prometiendo seguir construyendo la paz a partir de los más pobres e invisibles.

Con la esperanza reforzada y los instrumentos de paz perfeccionados, los participantes abandonan Roma, dispuestos a llevar esta «armonía fecunda en la diversidad» a las calles del mundo. Así los exhortó sor Simona Brambilla: «¡Vamos, hermanos y hermanas! ¡Vamos, peregrinos de la esperanza en el camino de la paz, llevando con nosotros la experiencia vivida para guardarla en el corazón y compartirla con quienes encontremos!».