En Arpino, Sor Anna cumplió 107 años. A pesar de las normas sobre el distanciamiento que nos privan casi por completo de las relaciones fraternas, no hemos querido privarnos de recordar los onomásticos y los cumpleaños de las hermanas.

Entre todos los celebrados, el de las noventa primaveras de vida religiosa de la Hna. Anna fue verdaderamente especial. Ella misma quiso celebrarlo tejiendo con sus manos, sus ojos y su corazón centenarios, pero todo ofrecido a Dios en la comunidad de las Hermanas de la Caridad.

En ella, la semilla de la vocación sembrada en su corazón desde muy joven encontró el buen terreno del seguimiento evangélico. Esta semilla brotó en la oración, creció en la fe en Dios y se convirtió en un árbol lleno de ramas de bondad y hojas de esperanza, que dio frutos de caridad en el camino de su vida, siendo testimonio de una verdadera religiosa, contagiando a muchas jóvenes la fe.

Ciertamente no han faltado los inviernos duros, como los que conlleva el seguimiento de Cristo, pero de la cruz se regenera continuamente la vida y así ha sido la vocación entregada a los hermanos, durante 107 largos años, sin dejar nunca de ser protagonista de la exposición misionera, a través de las obras confeccionadas por sus manos. ¿Cuál es el secreto de su existencia valiente, contagiosa, llena de amistad, de bondad con todos? Ciertamente no es fácil perseverar siempre en un proyecto de vida entregada, si la casa no está cimentada sobre la roca como dice el Evangelio, pero sor Anna es una hermana asidua a la oración, a la escucha de la palabra de Dios, en la vida silenciosa, en respeto a la Regla, siempre fiel a los encuentros de oración. En las reuniones comunitarias siempre está dispuesta a compartir con serena benevolencia.

Con sus consejos, con su proximidad, con sus regalos hechos a mano, con su celo misionero por los hermanos necesitados cercanos y lejanos, nuestra ultra centenaria hermana sigue siendo hoy una centinela activa. Sor Anna dispensa amistad, comunión fraterna con todos, hermanas, personal, sacerdotes de la comunidad cristiana.

Con este testimonio sobre la hermana Anna, hemos querido subrayar algunos aspectos de su testimonio actual de vida entregada solo a Dios y a los hermanos. Y todas nosotras, las hermanas, alabamos al Señor por habérnosla dado a la comunidad de Arpino. Sus 90 años de vida religiosa nos impulsan a un compromiso de vida radical y a volver a pronunciar nuestro Aquí estoy, como ella lo hizo el año pasado, aceptando el traslado de Isola del Liri hasta Arpino, en obediencia a las superioras, a quienes les profesa tanta gratitud, respeto y estima.

Sor Anna vive su vida cotidiana con sobriedad, sin demasiadas exigencias, afrontando los males de la cuarta edad y respondiendo con sencillez a la entrevista de la periodista enviada por el Obispo, permaneciendo centinela vigilante, como una verdadera Hermana de la Caridad. Al Dios de la vida y del amor, por todo, ¡gracias!

La comunidad de Arpino