Me presento: Rosette Guirguis, 76 años, egipcia, antigua alumna del Instituto Sainte Jeanne-Antide de Alejandría de Egipto.

Trabajé allí durante 47 años como profesora y luego como responsable de la lengua francesa.

La educación que me impartieron las hermanas me ayudó a llevar una vida tranquila, recta, sencilla, basada en el amor y la responsabilidad como esposa, madre y hoy abuela.

Fue en octubre de 1953 cuando di mis primeros pasos en la guardería. Todavía recuerdo las clases de catequesis: dibujábamos en la pizarra escenas del Evangelio, que se contaban como si fuera una serie de televisión.

En aquella época había unas veinte monjas en la escuela. Se ocupaban de todo: confeccionaban los uniformes, vendían los libros de texto, enseñaban bordado, dibujo y teatro. La jornada escolar comenzaba con quince minutos de oración dirigida por la madre superiora en la capilla de la escuela. Una vez a la semana se celebraba una misa para los alumnos.

Las hermanas nos enseñaban la caridad, el amor al prójimo, el sentido de la gratuidad. En Navidad organizaban un almuerzo para los pobres, en el que las alumnas ofrecían la comida y las provisiones para los días siguientes. En verano, la escuela abría algunas mañanas a la semana, y las alumnas acudían a bordar vestidos para los niños pobres. Un grupo de huérfanas procedentes de entornos desfavorecidos era acogido en la escuela. Tenían su propia clase y una hermana les enseñaba francés y matemáticas. Vivían en la escuela y los viernes por la mañana los alumnos podían ir a ayudarlas con los deberes. A menudo me elegían para enseñar a leer y escribir francés a las niñas más dotadas.

Así es como aprendimos la humildad, la sencillez y la fraternidad.

Cada año, antes de Pascua, se organizaba un retiro de tres días para rezar y discutir los problemas que encontrábamos.

La educación tenía como objetivo la formación de la personalidad, el amor por el trabajo bien hecho, la reflexión y el estudio de las situaciones para saber cómo tomar una decisión correcta y realista en un mundo turbulento.

Los valores fundamentales de Santa Juana Antida se inculcaron en cada una de nosotras: el amor a Dios, el amor al prójimo, la educación en la humildad, el respeto y el servicio a los más débiles.

Rosette Guirguis

Alejandría de Egipto