Beata Nemesia Valle: su vida

1847-1862 UNA INFANCIA MARCADA

Julia Valle nació en Aosta el 26 de junio de 1847, dando mucha felicidad a una pareja joven y con buen pasar de Donnas que ya habían perdido prematuramente dos hijos. Anselmo Valle y María Cristina Dalbard, sus padres, la llevaron a la Fuente bautismal, el 26 de junio de 1847, en la antigua iglesia de Santo  Orso y la llaman Magdalena, Teresa, Julia. Después del nacimiento de Vicente. Su infancia, transcurre serena, entre el trabajo de modista de la madre y los viajes y el comercio de su padre. Animados por un profundo sentido religioso, María Cristina Dalbard inspira en los dos hijos, una visión serena de la vida, incluso una autentica apertura hacia los demás y hacia la naturaleza. Es una guía generosa, cuida el temperamento particularmente vivo y brillante y la natural curiosidad  de la pequeña Julia.

En el transcurso de 1850, por razones de trabajo, Anselmo Valle se muda a Besançon, Francia, y decide llevar consigo toda su familia. La permanencia se interrumpe traumáticamente  por  la muerte prematura de su esposa María Cristina, cuando Julia tiene sólo cinco años. El abuelo paterno, una tía soltera junto al papá Vicente se hacen cargo de los niños, en un ambiente muy austero, en ese ambiente los dos hermanitos perciben la tristeza de ser huérfanos.

Cuando Julia cumple 11 años para continuar sus estudios es enviada nuevamente a  Besançon, y la lleva a un internado de las Hermanas de la Caridad, donde aprendió ella aprendió muy bien la lengua francesa, adquiere habilidad para tocar el piano, para bordar y pintar, enriquece su cultura y se acerca a los textos de grandes maestros de la espiritualidad católica de Vicente de Paúl y Francisco de Sales.

1862-1866 UNA JUVENTUD DONADA

Después de haber terminado los estudios, Julia es recibida  por el padre casado nuevamente,  ya no en Donnas, sino en Pont-Saint-Martin. Dificultades y disgustos marcan el retorno de Julia, a causa de las difíciles relaciones con la segunda mujer de Anselmo Valle. Julia se encuentra nuevamente en contacto con aquel ambiente privado de comprensión que ya había experimentado de niña  en la casa del abuelo; un ambiente cada vez más extraño sobre todo después del alejamiento voluntario del hermano Vicente, a causa de las continuas discrepancias con la madrastra. Y Julia, inexplicablemente, no sabrá nunca más donde terminó el amado hermano. 

Aborda este momento difícil de su vida buscando consuelo fuera de las paredes de la casa, sobre todo entre los familiares de su madre, que siempre a quienes siempre va a visitar a Donnas: con ellos puede llegar con la memoria a los días de la infancia, el recuerdo de la figura materna y de los años felices pasados en su compañía

Tal vez por esta misma razón, para Julia es fácil encontrar apoyo en las Hermanas de la Caridad, establecidas en Pont-Saint-Martin, sus maestras de Besançon quienes la animan y apoyan. Ciertamente, observa con mayor conciencia y atracción agradable su forma de vida de caridad. Julia se convierte en una frecuentadora asidua de la pequeña comunidad de hermanas dedicadas a la enseñanza y a la educación de las niñas y rápidamente comienza a ayudar a las hermanas en la catequesis, en la enseñanza del bordado y del telar y siendo una ayuda en la recreación.

Cuando llega para Julia el momento de interrogarse sobre su futuro, sus estudios en Besançon y la colaboración con las hermanas de Pont-Saint-Martin contribuyen a hacer madurar en ella una auténtica predilección por la figura de la docente, capaz de ser para los jóvenes un punto de referencia y una guía para su vida. Pero la imagen de la docente, para Julia, está indiscutiblemente unida a la elección religiosa, que une la donación total a Dios, la tarea educativa, las obras de caridad y la vida común.

Giulia Valle.

Aosta: Basílica San Orso

Puente San Martín

1866-1903 UN NOMBRE NUEVO, UNA NUEVA VIDA

Su padre Anselmo es sorprendido por la decisión de la hija al elegir la vida religiosa, trata de disuadirla, pero termina aceptando su elección y la acompaña el 8 de septiembre 1866 a Vercelli, al Monasterio de Santa Margarita, donde las Hermanas de la Caridad tienen un noviciado: para Julia es el nacimiento de una nueva vida en paz y alegría, aun en medio de las lágrimas de un nuevo desprendimiento
Al final del noviciado, Julia recibió el hábito religioso y con el hábito, como una señal del comienzo de una nueva vida, un nombre nuevo: Hermana Nemesia. Nemesia es el nombre de un mártir de los primeros siglos del cristianismo. Está feliz. Este nombre se debe transformar en un estilo vida: «Ser testigo de mi amor por Jesús, hasta el final, pase lo que pase siempre».
El comienzo de su misión sucede en Tortona,  en la provincia de Alessandria, en el Instituto de San Vicente, que tiene una escuela primaria y secundaria, un pensionado, y un orfanato.  La Hermana Nemesia rápidamente se convierte en punto de referencia para cualquier iniciativa formativa, educativa, apostólica y misionera. Está presente participando en las distintas iniciativas, con la apertura del corazón y con los brazos, incluso donde hay un trabajo humilde,  para hacer, donde hay un sufrimiento que consolar, donde hay una dificultad que impide las relaciones serenas, donde el cansancio, el dolor, la pobreza limitan la calidad de vida, donde es necesario abrir caminos nuevos para la reforma escolar y la catequesis.
«¡Oh, el corazón de la Hermana Nemesia»! Las estudiantes, las familias, los huérfanos,  los pobres,  los seminaristas, los vecinos soldados que se acercan a ella para que les escriba una carta, pidiéndole que remiende una prenda, para así calmar la nostalgia, todos creen que tienen un lugar particularmente en su corazón, más aún después de su nombramiento como Superiora que sólo acepta para poder realizar un mejor servicio.
Los compromisos son muchos, también debe hacer mensualmente las cuentas del Instituto, casi siempre en rojo, pero si alguien necesita hablar, la escucha con atención, como si no tuviera otro pensamiento. Hay algunos desencuentros con sus hermanas, pero su calma es impresionante. Plancha continuamente, proporcionando así la ropa a las huérfanas, y a los seminaristas, para los que tiene un cariño especial, también para los soldados del distrito militar cercano. Las generaciones se suceden: todos quieren mantener contacto con la Hermana Nemesia, regresando al colegio para presentar un novio o un bebé recién nacido.

Incluso si el dinero no es suficiente, se esfuerza por conseguirlo para la misión. El director espiritual del Instituto, Padre José Carbone, Capuchino, partió para Eritrea. Ella lo sostiene, y con tantas iniciativas recauda dinero para ayudarlo. Así nació el primer círculo misionero de la ciudad. Ayuda como puede al joven Padre Luis Orione, fundador de los Hijos de la Divina Providencia, y hospeda varias veces la Beata Teresa Grillo Michel, fundadora en  Alejandría de las Pequeñas Hermanas de la Divina Providencia. Con ellos establece una intensa y fecunda colaboración, compartiendo los ideales religiosos y la atención caritativa.

1903-1919 LAS ÚLTIMAS ETAPAS EN EL DESIERTO

El 10 de mayo de 1903 la Hermana Nemesia debe dejar Tortona: la esperan en Bórgaro Torinese, un pequeño pueblo a pocos kilómetros de Turín, donde se está abriendo un noviciado de la nueva provincia de Turín. Aquí las jóvenes novicias esperan una maestra que las acompañe en el largo camino,  nuevo para ellas, austero, pero impregnado de alegría por la entrega a Dios ya los pobres, en el espíritu de Santa Juana Antida Thouret.

La Hermana Nemesia en Borgaro es presencia activa junto a sus colaboradores, tanto quienes trabajan  en el interior de la casa, en el parque, en el jardín y sobre todo cerca de las jóvenes. Su método de formación es siempre en nombre de la bondad, de la comprensión que educa a la renuncia por amor, de la paciencia que sabe esperar y encontrar el camino justo que conviene a cada una.  Sus novicias recuerdan: » Nos conocía a cada una, entendía nuestras  necesidades, nos trataba personalmente, según nuestra naturaleza, nos pedía aquello que lograba hacernos amar».

Durante un período de trece años, quinientas novicias aprendieron de ella la confianza en Dios, el amor a la oración, la dedicación y el servicio a los pobres, el sentido evangélico de la comunidad; saben apreciar su testimonio de fortaleza frente a las tribulaciones, quieren imitar una santidad expresada y vivida día a día, «La santidad no consiste en hacer muchas cosas o hacer cosas grandes, sino se trata de hacer lo que Dios nos pide, con paciencia, con amor, y sobre todo con la fidelidad a su deber, fruto del gran amor «.  «… Santo es el que se entrega cada día al Señor en su lugar. ¡El amor donado es lo único que queda: antes que tu felicidad, procura haber amado mucho!»

Tortona

Bórgaro

Sin embargo, la Superiora Provincial tiene un carácter que notablemente no concuerda con el sentir y el actuar de la primera maestra de novicias. Según ella,  un método más rígido habría forjado las futuras religiosas de una manera más pronunciada, religiosa y confiable. Esta diferencia de miradas genera contrastes relevantes que la llevan a reprimendas y humillaciones incluso en público.  La Hermana Nemesia acoge todo en silencio y en el silencio continúa su camino, sin dejar de cumplir con sus responsabilidades: «De estación en estación recorramos nuestro camino en el desierto… y si el desierto es sordo Aquel que nos ha creado estará allí siempre escuchando. … »

Los años de Borgaro Torinese representan para la Hna. Nemesia un verdadero tiempo de prueba por las dificultades e incomprensiones. Es muy equilibrada y serena en su vida interior y en el método de formación de las  novicias, pero es torturada por una angustia sin nombre. Tiene la sensación de no entender nada más y de ir por un camino errado: se ve claramente que su Superiora Provincial, no la aprueba; y las hermanas la acusan de debilidad… Las constantes dificultades e incomprensiones contribuyen a empeorar  su estado de salud, que se agrava  de improviso en el otoño de 1916. Afectada por una grave pulmonía, muere tras seis días de agonía, el 18 de diciembre de ese mismo año.
La oración que hizo desde el inicio de si vida: “Jesús desnúdame de mi, revísteme de Ti” la acompañó toda la vida. Ahora puede decir: “no soy más para nadie”. El despojo es total. Es el total ofrecimiento de una existencia toda entregada al Amor.