«Necesitamos caridad hoy, ahora»

Es el llamamiento del Papa que, en este momento tan particular de la historia del siglo XXI, interpela la conciencia de los creyentes y de todos los hombres y mujeres de buena voluntad. Y de manera muy especial, nos interpela a nosotras, hijas de madre Thouret, que quiso la caridad de Dios en nuestro nombre y, sobre todo, como alma y destino de cada Hermana de la Caridad de ayer, de hoy y de mañana: «La caridad —subraya el papa León— no es una promesa, sino una realidad a la que miramos con alegría y responsabilidad: nos involucra, orientando nuestras decisiones hacia el bien común», porque «quien carece de caridad no solo carece de fe y esperanza, sino que quita la esperanza a su prójimo».

Responsabilidad espiritual y social

Para la IX Jornada del Pobre 2025, que se celebrará el próximo 16 de noviembre, el papa León ha escrito un discurso largo y articulado, en el que se entrelazan la Palabra de Dios, la teología y la interioridad, con fuertes llamamientos a la responsabilidad espiritual y social: «Al promover el bien común, nuestra responsabilidad social se fundamenta en el gesto creador de Dios, que da a todos los bienes de la tierra: como estos, también los frutos del trabajo del hombre deben ser equitativamente accesibles. Ayudar al pobre es, en efecto, una cuestión de justicia, antes que de caridad. Como observa san Agustín: «Das pan al hambriento, pero sería mejor que nadie tuviera hambre, aunque así no hubiera a quien dárselo. Das ropa al desnudo, pero ¿cuánto mejor sería que todos tuvieran ropa y no hubiera indigencia?».

A partir del título, «Tú eres, Señor, mi esperanza» (Sal 71,5), el salmo se interpreta en clave existencial y la esperanza del pobre, que lo ha perdido todo excepto a Dios, se convierte en icono viviente de la confianza radical. Así, el pobre se convierte en maestro espiritual para todos nosotros, que a veces corremos el riesgo de olvidar la radicalidad evangélica y la urgencia del Evangelio. En un pasaje, León XIV denuncia lo que define como la pobreza más grave: no conocer a Dios. «Los pobres no son una distracción para la Iglesia», deben situarse en el centro de la pastoral, ya que pueden convertirse en testigos de «una esperanza fuerte y fiable, precisamente porque se profesa en una condición de vida precaria, hecha de privaciones, fragilidad y marginación». No cuentan «con las seguridades del poder y de las posesiones», sino que, por el contrario, las sufren y a menudo son víctimas de ellas.

La cuestión de la eliminación de las causas estructurales de la pobreza.

En este sentido, el Papa nos recuerda que «la pobreza tiene causas estructurales que deben ser abordadas y eliminadas. Mientras esto ocurre, todos estamos llamados a crear nuevos signos de esperanza que den testimonio de la caridad cristiana, como lo hicieron muchos santos y santas en todas las épocas. Cada vez más, los hogares familiares, las comunidades para menores, los centros de escucha y acogida, los comedores para los pobres, los dormitorios y las escuelas populares se convierten en signos de esperanza. ¡Cuántos signos a menudo ocultos, a los que tal vez no prestamos atención, y sin embargo tan importantes para sacudirnos la indiferencia y provocar el compromiso en las diversas formas de voluntariado!».

Afrontar y superar el sentido de resignación

Según el Papa, «ante la sucesión de nuevas oleadas de empobrecimiento, existe el riesgo de acostumbrarse y resignarse. Todos los días nos encontramos con personas pobres o empobrecidas y, a veces, puede suceder que seamos nosotros mismos los que tenemos menos, los que perdemos lo que antes nos parecía seguro: una vivienda, una alimentación adecuada para el día, el acceso a la asistencia sanitaria, un buen nivel de educación e información, la libertad religiosa y de expresión».

Por lo tanto, el deseo expresado por el papa León XIV es que «este año jubilar impulse el desarrollo de políticas de lucha contra las formas antiguas y nuevas de pobreza, así como nuevas iniciativas de apoyo y ayuda a los más pobres entre los pobres. El trabajo, la educación, la vivienda y la salud son las condiciones para una seguridad que nunca se logrará con las armas».

¿Y cuando se cierre la Puerta Santa?

«No es casualidad que la Jornada Mundial de los Pobres se celebre hacia el final de este año de gracia», observa el Pontífice: «Cuando se cierre la Puerta Santa, deberemos custodiar y transmitir los dones divinos que han sido derramados en nuestras manos a lo largo de todo un año de oración, conversión y testimonio».