La Hermana Sajida, la Hermana Pauline y la Hermana Riaz, tres hermanas enfermeras en Pakistán: «Un compromiso sagrado», así es como la hermana Sajida presenta la misión que llevan a cabo en Lahore, Faisalabad y Youhanabad, junto a los enfermos, especialmente los más necesitados, en graves dificultades y sin red familiar.

Las enfermeras: mujeres de Dios y servidoras de la humanidad
«En este Día Internacional de la Enfermera 2025, me encuentro reflexionando no solo sobre la noble profesión de enfermera, sino también sobre el camino sagrado que me ha llevado a mí y a muchas otras personas a emprender esta vía. Para mí, la enfermería es más que una profesión: es una vocación arraigada en la fe, la compasión y el servicio.
Como religiosa y educadora, he tenido el privilegio de acompañar a mis alumnos y a mis pacientes.
Hoy deseo compartir no solo mi historia, sino también el inspirador recorrido de otras dos hermanas: la hermana Pauline Hakim y la hermana Riaz Anwar, cuyo incansable compromiso con los enfermos y los marginados sigue enseñándome lo que realmente significa ser enfermera, mujer de Dios y servidora de la humanidad.
Trabajo en el S.K. Royal Nursing College, donde enseño y soy mentora de futuras enfermeras. Cada día entro en el aula no solo con apuntes y diapositivas, sino con una oración en mi corazón para que mis alumnas salgan al mundo con la misma convicción y compasión que me han traído aquí.
Enseño anatomía y habilidades clínicas, sí, pero sobre todo les enseño a cuidar con integridad, a escuchar con empatía y a tratar a cada paciente con dignidad. A menudo les digo a mis alumnas:
«Una enfermera puede ser la única luz en el momento más oscuro de una persona,
así que brillen con todo su corazón».


Mi viaje comenzó en una pequeña clínica rural, donde vi por primera vez el poder de la enfermería para cambiar la vida de las personas. Todavía recuerdo cuando sostenía la mano de una madre moribunda, rezando con ella mientras esperábamos unos medicamentos que no teníamos. Ella me miró con ojos serenos y me dijo: «Hoy eres mi ángel». Ese día comprendí que no solo estaba ejerciendo una profesión, sino que estaba respondiendo a una llamada sagrada.
Hermana Pauline: la gracia en el dispensario de Faisalabad
Una de las Hermanas más humildes e inspiradoras que conozco es la hermana Pauline, que presta servicio en un pequeño pero vital dispensario en la zona 4CHQW de Faisalabad. No es un gran hospital ni una clínica moderna, pero entre esas sencillas paredes se producen milagros cada día.
Hermana Pauline es el corazón de ese dispensario. Proporciona cuidados básicos, dispensa medicamentos, escucha con paciencia y ofrece consuelo a los enfermos y a los ancianos. Nunca mete prisa a los pacientes. Mira a cada uno con los ojos de Cristo.
A menudo me dice: «Aquí no solo damos pastillas, sino tiempo, contacto físico y ternura». Muchas personas de la zona no pueden permitirse ni siquiera la atención básica, pero ella trata a todos por igual, independientemente de su origen o de su capacidad de pago. A quienes llegan sin nada, ella les da todo.
Una vez fui a visitarla durante una ola de calor y la encontré sentada junto a una anciana que sufría de deshidratación, abanicándola y ofreciéndole agua de coco comprada de su propio bolsillo. Este es el espíritu de la verdadera asistencia de enfermería: amor silencioso y sacrificado vivido cada día.


Hermana Riaz Anwar en la Casa de los Milagros
Otra Hermana que me hace sentir profundamente humilde es la Hermana Riaz Anwar, que ha dedicado sus años de jubilación al servicio de los enfermos mentales y los indigentes de Dar-Ul-Krishma d Youhanabad, conocida como la Casa de los Milagros. Sin salario, sin apoyo formal y sin descanso, abre su casa a los que han sido abandonados por el mundo.
Sus días están llenos de gestos sencillos pero profundos: lava a los desatendidos, da de comer a los hambrientos, consuela a los que solo hablan con el silencio. Llama a cada uno de ellos «mi huésped» y los trata como reyes.
Cuando le pregunté dónde encontraba la fuerza para seguir adelante, me respondió: «Cuando nadie los quiere, Jesús los quiere. Y eso me basta». Su trabajo me recuerda que la asistencia de enfermería no se limita a los hospitales, sino que está donde más se necesita el amor.
Como Hermanas enfermeras, no estamos separadas del mundo, sino profundamente arraigadas en su sufrimiento. Nuestros velos blancos no nos protegen del dolor, sino que nos recuerdan que debemos caminar humildemente con los que sufren.
En cada vendaje que aplicamos, en cada estudiante que instruimos, en cada mano moribunda que sostenemos, encontramos a Cristo crucificado y a Cristo resucitado. La enfermería nos enseña que curar no siempre significa sanar. A veces significa simplemente estar presente. A veces significa ofrecer paz cuando la medicina no puede hacerlo.
A menudo recuerdo a mis alumnas: «Nunca olvidéis que cuando entráis en una sala, lleváis con vosotras tanto la ciencia como el espíritu. Dejad que vuestras manos sean hábiles, pero dejad que vuestro corazón sea sagrado».
En este Día Internacional de la Enfermería, celebro no solo a los enfermeros que visten la bata en las unidades de cuidados intensivos y en las clínicas, sino también a aquellos que llevan cargas invisibles en lugares olvidados. Enfermeros como la Hermana Pauline y la Hermana Riaz nos enseñan que el corazón de la enfermería reside en la presencia, el sacrificio y la esperanza inquebrantable.
A mis alumnos y a todos los jóvenes enfermeros que lean este mensaje: dejad que vuestra fe guíe vuestra asistencia. Dejad que vuestra compasión sea vuestra fuerza.
La enfermería no es solo un camino, es una peregrinación.
Mientras escribo estas palabras, mi oración es sencilla:
Que nunca perdamos la maravilla de esta vocación.
Que nuestros hospitales sean hogares de misericordia.
Que nuestras aulas no solo formen profesionales, sino sanadores.
Y que siempre recordemos que las manos que tendemos a los que sufren
no son solo las nuestras, sino las Suyas.
En este Día Internacional de la Enfermería 2025, que podamos renovar nuestro compromiso de cuidar con profundidad, servir con humildad y caminar siempre en la luz de Dios.
La hermana Sajida Niamat, Lahore, Pakistán