Al servicio de los pobres y de los jóvenes del Piamonte en la segunda mitad del siglo XIX.
Nacida en las montañas del Valle de Aosta, Nemesia Valle pasó su vida de Hermana de la Caridad en Piamonte, primero en Tortona, una populosa ciudad no lejos de las fronteras de Lombardía, y finalmente en Borgaro Torinese.
Si las sociedades del Antiguo Régimen se basaban en la estabilidad y la tradición, la segunda mitad del siglo XIX se caracterizó por la posibilidad de cambiar por fin a mejor la propia condición social. A las niñas del orfanato de Tortona y, sobre todo, a las educandas del internado de esa ciudad, la hermana Nemesia, junto con la comunidad de monjas, les proporcionó una formación humana y cristiana acorde con los tiempos. Una religiosidad sólida, viva, positiva, que les permitía afrontar los retos de la vida, alimentada por una piedad cálida, espontánea, tierna y benévola.
Incluso para la formación de las novicias em Borgaro Torinese, en tiempos de grandes cambios, era necesaria una espiritualidad madura, personalizada y convencida. La adhesión plena a la vocación de Hermana de la Caridad debía ser aceptada con total libertad por la novicia. Las exigencias de la consagración florecían mejor dentro de una relación personalizada con la Maestra del noviciado: la hermana Nemesia es recordada por sus numerosas novicias por la atención que prestaba a cada una y por mantener constantemente un temperamento benévolo y afectuoso.
Tanto en la escuela como en el noviciado, la hermana Nemesia era consciente de los límites de una formación religiosa tradicional, centrada sobre todo en la instrucción catequética esencial y en el ejercicio de prácticas piadosas. De ahí todo su empeño por fomentar en las conciencias de los jóvenes una auténtica apertura a la fe y un vigoroso espíritu de caridad y apostolado cristiano.
Entre sus escritos, percibimos la presencia de Dios, fuente de la serenidad subyacente en su corazón:
«Si la noche, el desierto y el silencio son sordos,
Aquel que te ha creado siempre te escuchará».
«¡Sed felices, sed felices!
¡Cantad, cantad siempre! No estés ansioso: ¡espera el presente!».