Los testimonios sobre la vida de Maria Grazia Delaidini hablan de una obra dedicada a la Caridad y al servicio de los más pobres. Su bondad desarmaba.

El testimonio de Laura B.

Cuando te preguntan quién era esa Amiga tuya que ya no está entre nosotros, sigues incrédulo, porque pensabas que era inmortal.

Así es como describiría a la hermana Maria Grazia: una mujer valiente, capaz, polifacética, generosa, empática. Su corazón siempre estaba para los últimos. Una mujer sin juicios ni prejuicios. Una persona capaz de dirigir un hospital con determinación, dedicación y espíritu de sacrificio.

La foto de ella en el Sermig de Turín, con esa frase detrás, la representa totalmente. Su bondad desarmaba.

Laura B.

El testimonio de la hermana Claudine B.

“Si yo hablase lenguas humanas y angélicas, y no tengo amor, vengo a ser como metal que resuena, o címbalo que retiñe.

Y si tuviese profecía, y entendiese todos los misterios y toda ciencia, y si tuviese toda la fe, de tal manera que trasladase los montes, y no tengo amor, nada soy.

Y si repartiese todos mis bienes para dar de comer a los pobres, y si entregase mi cuerpo para ser quemado, y no tengo amor, de nada me sirve.

El amor es sufrido, es benigno; el amor no tiene envidia, el amor no es jactancioso, no se envanece; no hace nada indebido, no busca lo suyo, no se irrita, no guarda rencor; no se goza de la injusticia, mas se goza de la verdad.

Todo lo sufre, todo lo cree, todo lo espera, todo lo soporta.

El amor nunca deja de ser”.

San Paulo

Este pasaje bíblico de 1Cor 13 puede ayudarme a tratar de describir con palabras quién es, fue y será para mí la hermana Maria Grazia Delaidini.

Después de algunos años de estudio y experiencia en Italia, regresé a mi Provincia de África Central. Por obediencia, me enviaron a la misión de N’gaoundal y, concretamente, al complejo hospitalario de Santa Juana Antida Thouret. Viví y trabajé con la hermana Maria Grazia durante tres años.

Compartimos momentos de alegría y dificultades. Pero lo que me impresionaba y me impresiona de ella era su amor sin límites por todos y su pasión por su trabajo. Yo soy joven y por eso, después de mis estudios, volví llena de orgullo con mis teorías y ¡quería cambiarlo todo! Pero ella, siempre sonriente, me miraba a los ojos y me decía: «Clo, pon los pies en el suelo, mira la realidad, yo no estudié como tú, mi contabilidad y mi gestión son prácticas y están relacionadas con la realidad. Porque aprendí sobre el terreno con buena voluntad y sencillez, preguntando u observando. No te encierres sólo en la teoría, intenta estar siempre abierto a aprender». Estas palabras repetidas una y otra vez me ayudaron a trabajar sobre mí misma y empecé a colaborar y a abrir los ojos a la realidad concreta.

Sor Maria Grazia me enseñó tanto durante estos tres años: la importancia de la meditación y la oración antes de empezar a trabajar, la vida fraterna en comunidad, la pasión por el trabajo, el amor especialmente por los más pobres. Ella solía decir: «Primero curar y luego encontrar estrategias adecuadas para que cada paciente pague sus facturas. Si un día me entero de que no habéis curado a un pobre por culpa del dinero, me iré ese mismo día».

La hermana Maria Grazia me enseñó competencia en gestión de personal, finanzas con transparencia y organización del trabajo. Hasta mi último suspiro, siempre estaba pensando en los sueldos del personal. Para mí, la hermana Maria Grazia es el ejemplo concreto de la encarnación de nuestro carisma: amar a Dios y al prójimo.

Gracias por todo lo que fuiste y serás para mí. Nunca podré olvidarte y la única manera de rendirte homenaje es seguir viviendo y transmitiendo todo lo que he aprendido de ti. El vacío que nos dejas es grande, pero creemos que estás y estarás siempre con nosotros.

¡Adiós hermana Maria Grazia e intercede por nosotras!

Hermana Claudine B.