Era el tercer domingo de Pascua: a las 10 de la mañana, el Santo Padre Juan Pablo II celebró la Eucaristía en el presbiterio de la Basílica Vaticana y proclamó seis nuevos Beatos, entre ellos la Sierva de Dios la Hermana Nemesia Valle. Los seis nuevos Beatos eran todos hermanos y hermanas testigos del encuentro con el Señor Resucitado.

En el clima pascual, la invitación, entonces y ahora, es dejarse sorprender con el corazón abierto por los caminos del Espíritu.

Su experiencia de educadora

Al final de su noviciado en Vercelli, en 1868, la novicia Giulia Valle recibe un nuevo nombre con su hábito religioso: la hermana Nemesia, el nombre de una mártir de los primeros siglos. Está encantada y hace del nombre su programa de vida: testimoniar su amor a Jesús hasta el final, cueste lo que cueste, para siempre.

La envían a Tortona, al Instituto San Vicente: una escuela primaria, un internado, un orfanato. Enseña en la escuela primaria y francés en el instituto.

Es el terreno propicio para sembrar la bondad.

La Hermana Nemesia está presente allí donde hay trabajo servil que hacer, sufrimiento que aliviar, donde el malestar impide relaciones pacíficas, donde la fatiga, el dolor, la pobreza limitan la vida. Pronto se extiende una voz dentro del instituto y en la ciudad: «¡Oh, el corazón de la hermana Nemesia!».

Todos están convencidos de ocupar un lugar especial en este corazón que parece no tener fronteras: Hermanas, huérfanos, alumnos, familias, pobres, clérigos del seminario cercano, jóvenes soldados de los numerosos cuarteles de Tortona, todos se dirigen a ella, la buscan como si fuera la única Hermana de la casa.

Cuando a los cuarenta años es nombrada superiora de la comunidad, Hermana Nemesia se siente desconcertada, pero un pensamiento la anima: ser superiora significa «servir», así que puede gastarse sin medida y afrontar humildemente la subida. Las líneas de su programa están trazadas:

«Apresurar el paso, sin mirar atrás, fijando en la única meta: ¡Sólo Dios!

A Él sea la gloria,

a los demás la alegría,

a mí el precio a pagar, sufrir pero nunca hacer sufrir.

Seré severo conmigo mismo

y todo caridad con las hermanas:

El amor que se da es lo único que permanece».

Conmemoremos hoy, 25 de abril de 2024, la Beatificación de Sor Nemesia para volver, una vez más, a la fuente, al manantial, de la auténtica vida evangélica: «El Amor que se da».