Nuestra vida comunitaria, rue de l’hôpital 9, durante las vacaciones.

«Bienaventurado el corazón que desea a Dios»

El Adviento, para nosotras, fue un tiempo propicio para la escucha de Dios y de nuestros hermanos y hermanas, que se tradujo en una buena comprensión de nuestra vida cotidiana, en el compartir las tareas, en la preparación del pesebre y de la decoración que invita a la fiesta.

Como comunidad nos sentimos muy afectadas por las consecuencias del hambre en el mundo, especialmente entre los niños, por lo que decidimos hacer un ayuno parcial una vez por semana y enviar el costo correspondiente de los alimentos a Cáritas.

Este gesto nos animó a ser más responsables de nuestra oración por las causas de tanto sufrimiento, acosado también por las diversas pandemias que estamos viviendo.

Llegaron las fiestas. Por lo general, en Navidad invitamos a una o dos personas solas a unirse a nosotras en la comida. Pero el covid nos obligó a no hacerlo y lo sentimos. De repente nos enteramos de que una persona que debía ir con la familia no podía ser recibida porque no estaba vacunada. Era demasiado tarde para vacunarse, el test era caro. Estaba sola, sin comida, con distancias difíciles de recorrer, la nieve, el hielo… Al volver de misa, con sorpresa, nuestra Hermana cocinera del día había pensado en ella y le había preparado una parte de nuestra cena para llevársela. Qué alegría para aquella señora cuando nos abrió la puerta. Sus ojos brillaban de felicidad. No dejaba de decir gracias, era Navidad para ella y para nosotras.

«Dichoso el corazón que descubre a Jesús».
Todo el tiempo navideño estuvo marcado por la ayuda espiritual de los párrocos, religiosos de San Bernardo. El día después de Navidad participamos en la ordenación diaconal de un joven religioso, ceremonia marcada por la celebración de la Navidad.

El 1 de enero, al final de la Eucaristía festiva, nos esperaba una feliz sorpresa: el sacerdote anunciaba un «aperitivo musical». El órgano comenzó a tocar una música de baile, tanto que los sacerdotes, después de comenzar a bailar, involucraron a toda la asamblea. ¡Qué hermoso ambiente de fraternidad!
Ya el último día del año, en la comunidad habíamos vivido con dos laicos un momento de oración y acción de gracias alrededor del pesebre, al que siguió una pequeña comida con «tortitas» y un juego de Bingo. Reacción de una laica: «Ha sido precioso”

Todavía en el ambiente alegre de la Navidad, fue gratificante intercambiar saludos por el nuevo año.
“Bendito el corazón que anuncia a Jesús».